W.A.S.P.: La banda que le escupió fuego a la moral gringa

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En la historia del heavy metal, hay nombres que no necesitan explicación. W.A.S.P. es uno de ellos. Surgidos en Los Ángeles a principios de los 80, llegaron con una propuesta que mezclaba shock, potencia y actitud. Pero lo suyo no fue solo sangre falsa ni escenografía polémica: fue una mezcla explosiva de talento, provocación y mensaje que sacudió la escena como pocas bandas lo hicieron en esa época. La primera formación fue dinamita pura: Blackie Lawless al frente con su bajo y esa voz que parecía un rugido desde el infierno; Chris Holmes (el mismo que sale borracho en la piscina y su madre mirándolo con lástima desde la orilla en el documental The Decline Of Western Civilization Part II: The Metal Years), guitarrista salvaje y sin filtro, que aportó crudeza y alma al sonido; Randy Piper complementando las guitarras con solidez; y Tony Richards marcando el pulso desde la batería.

Chris Holmes fue más que un músico: fue una pieza clave en la identidad de esos primeros discos. Con su presencia desbordada y su guitarra como un látigo, ayudó a que canciones como “I Wanna Be Somebody” o “Hellion” provenientes de su disco debut W.A.S.P. (1984) se sintieran como explosiones en plena cara. Su influencia quedó grabada en los riffs, en el caos controlado y en esa vibra peligrosa que te hacía sentir que cualquier cosa podía pasar, pero el ruido no solo lo hacían en el escenario. En plena era conservadora de Estados Unidos, W.A.S.P. fue apuntado por el PMRC (Parents Music Resource Center), ese comité de esposas de políticos liderado por Tipper Gore, que buscaba limpiar la música de cualquier contenido  para los jóvenes. Claro, para ellos W.A.S.P. era el blanco perfecto: shows con sangre, mujeres en jaulas, canciones con títulos provocadores como Animal (Fuck Like a Beast). Fueron incluidos en la infame lista de “las 15 sucias” del PMRC, y usados como ejemplo del “peligro” del heavy metal, la asquerosa moralidad yankee en su máxima expresión. Pero Blackie Lawless no se achicó. Todo lo contrario. En vez de pedir disculpas, lo enfrentó de frente. Defendió el derecho de expresión con uñas y dientes, declarando que nadie le iba a decir a sus fans qué podían o no podían escuchar.

Aquello no fue solo una pelea contra la censura: fue una declaración de principios. W.A.S.P. dejó claro que su música no buscaba agradar a la autoridad, sino sacudirla y
dejarla en ridículo. Con el tiempo, las letras evolucionaron. The Headless Children (1989) marcó un cambio: críticas sociales, mensajes políticos, oscuridad real. Le siguió The Crimson Idol (1992), un disco conceptual que destapó una historia de fama, dolor y abandono. Fue un punto alto, donde Blackie se mostró más personal, desgarrador y profundo, sin dejar de ser W.A.S.P.. Estos discos demostraron que la banda no solo sabía provocar, también sabía escribir con
contenido. Y eso los hizo trascender más allá del shock, más allá de la imagen de una violenta banda de rock, hoy más de cuatro décadas después, W.A.S.P. sigue con la llama
viva.
Con Blackie Lawless como estandarte inquebrantable, la banda se mantiene activa y poderosa, acompañada por una formación sólida: Doug Blair en la guitarra, Mike Duda al bajo, ya con más de veinte años en la banda, inyectando energía y voz de apoyo, y Aquiles Priester en la batería, un monstruo del ritmo que vino del mundo del power metal a aplastar con clase. Esta formación no solo ha sabido mantener el legado, sino también adaptarse sin traicionar el espíritu. Cada show es un recordatorio de que W.A.S.P. no es nostalgia: es un presente que muerde y rompe estereotipos. W.A.S.P. es de esas bandas que nunca pasaron piola, siempre molestaron a alguien, siempre dijeron lo que pensaban, y siempre tocaron con la sangre hirviendo. Ya sea en una canción sobre rebelión juvenil o una crítica brutal al sistema, su mensaje fue claro: el heavy metal no es para conformarse, es para alzar la voz. W.A.S.P. no murió con los 80. No es un recuerdo. Es un rugido que todavía se escucha fuerte, que molesta, que incomoda, y que se niega a ser domesticado.

La banda se estará presentando el viernes 2 de mayo por segunda vez en Chile después de 20 años (como olvidar ese show en la Ex OZ) en la Cúpula del Parque O;Higgins en el marco de su tour “Album One Alive”; la banda elegida para abrir a estos demonios es ENIGMA, liderados por Álvaro Pacci, y las últimas entradas disponibles puedes adquirirlas en www.ticketmaster.cl. El heavy no se olvida, y esa noche será un reencuentro con la esencia. W.A.S.P. vuelve con todo… y no digas que no te avisamos.

Por Octavio Ramos

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